lunes, 3 de mayo de 2010

El Yoga del Sueño


CAPITULO XVII
DISCIPLINA DEL YOGA DEL SUEÑO
Aquellos aspirantes que sinceramente anhelen la experiencia mística directa, incuestionablemente deben incuestionablemente deben comenzar con la disciplina del Yoga del sueño.
Es ostensible que el gnóstico debe ser exigente consigo mismo y aprender a crear condiciones favorables para el recuerdo y comprensión de todas esas experiencias íntimas que siempre ocurren durante el sueño.
Antes de acostarnos para el descanso de los afanes y fatigas del diario vivir, conviene poner la debida atención al estado en que nos encontramos.
Los devotos, que debido a las circunstancias llevan vida sedentaria, nada pierden y mucho ganan su antes de acostarse realizan un paseo corto a paso vivo y al aire fresco; tal paseo aflojará sus músculos.
Sin embargo, conviene aclarar que jamás debemos abusar de los ejercicios físicos; necesitamos vivir armoniosamente.
La cena, merienda o comida final del día, debe ser ligera, libre de manjares pesados o estimulantes, evitando cuidadosamente el ingerir elementos que puedan desvelarnos, quitarnos el sueño.
La forma más elevada de pensar es no pensar. Cuando la mente está quieta y en silencio, libre de los afanes del día y de las ansiedades mundanas, se encuentra entonces en un estado ciento por ciento favorable para la práctica del Yoga del sueño.
Cuando realmente trabaja el centro emocional superior concluye, aunque sea por breve tiempo, el proceso del pensar.
Es evidente que el mencionado centro entra en actividad con la embriaguez dionisíaca.
Tal arrobamiento se hace posible al escuchar con infinita devoción las sinfonías deliciosas de un Wagner, de un Mozart, de un Chopin, etc.
La música de Beethoven, muy especialmente resulta extraordinaria para hacer vibrar intensivamente al centro emocional superior.
En ella encuentra el gnóstico sincero un inmenso campo de exploración mística, porque no es música de forma sino de ideas arquetípicas inefables; cada nota tiene su significado; cada silencio una emoción superior.
Beethoven, al sentir tan cruelmente los rigores y pruebas de la “Noche espiritual”, en vez de fracasar como muchos aspirantes, fue abriendo los ojos de su intuición al súper naturalismo misterioso, a la parte espiritual de la naturaleza, a esa región donde viven los Reyes angélicos de ésta Gran Creación Universal: Tláloc, Huehueteotl, etc., etc.
Ved al “músico-filósofo” a lo largo de su existencia ejemplar. Sobre su mesa de trabajo tiene constantemente a la vista a su Divina Madre Kundalini, la inefable NEITH, la TONANTZÍN de ANAHUAC, la suprema Isis egipcia.
Se nos ha dicho que el citado gran Maestro había puesto al pie de aquella figura adorable una inscripción, de puño y letra del mismo, que misteriosa reza:
“Yo soy la que ha sido, es y será, y ningún mortal ha levantado mi velo”.
El progreso íntimo revolucionario se hace imposible sin el auxilio inmediato de nuestra Divina Madre Tonantzín.
Todo hijo agradecido debe amar a su madre; Beethoven amaba entrañablemente a la suya.
Fuera del cuerpo físico, en las horas del sueño, el alma puede platicar con su Divina Madre; empero, es evidente que debemos empezar con la disciplina del sueño.
Necesitamos prestar atención a la recámara en la que hemos de dormir. La decoración debe ser agradable. Los colores más deseables para los fines que se persiguen -a despecho de lo que otros autores aconsejan- son, precisamente, las tres tonalidades primarias: azul, amarilla y roja.
Indubitablemente, los tres colores básicos se corresponden siempre con las tres fuerzas primarias de la naturaleza (el santo TRIAMANZIKAMNO). Santo afirmar, santo negar y santo conciliar.
No está de más recordar que las tres fuerzas originales de ésta Gran Creación cristalizan siempre en forma positiva, negativa y neutra.
La “causa causorum” del santo TRIAMANZIKAMNO se encuentra oculta en el elemento activo OKIDANOK; éste último, en sí mismo, es tan sólo la emanación del sagrado absoluto solar.
Obviamente, el rechazo a los tres colores fundamentales, después de todas éstas razones expuestas, equivale, por simple deducción lógica, a caer en un despropósito, en un desatino.
El Yoga del Sueño resulta extraordinario, maravilloso, formidable; sin embargo, suele ser muy exigente.
La recámara debe estar siempre muy bien perfumada y ventilada, mas no inundada con el sereno frío de la noche.
Después de una detallada revisión de sí mismo y de la recámara en la que hemos de dormir, el gnóstico debe examinar su cama.
Si observamos cualquier brújula, podemos verificar por nosotros mismos que la aguja se orienta hacia el norte.
Incuestionablemente, es posible aprovechar conscientemente esa corriente magnética del mundo que fluye siempre de Sur a Norte.
Orientemos el lecho en forma tal que la cabecera quede siempre hacia el Norte; así podremos usar inteligentemente la corriente magnética indicada por la aguja.
El colchón no tiene que ser exageradamente duro ni tampoco demasiado blando, es decir, tiene que tener una elasticidad tal que en modo alguno afecte a los procesos psíquicos del durmiente.
Los resortes chillones o una cabecera que cruja y gima al menor movimiento del durmiente, constituyen un serio obstáculo para éstas prácticas.
Se colocan debajo de la almohada un cuaderno o libreta y un lápiz, de modo tal que se les pueda encontrar fácilmente en la oscuridad.
Las ropas de cama deben ser frescas y muy limpias; debe perfumarse la funda de la almohada con nuestra fragancia preferida.
Después de cumplir con todos estos requisitos, el asceta gnóstico procederá a dar el segundo paso de esta disciplina esotérica.
Se meterá en su lecho y, habiendo apagado las luces, se acostará en decúbito dorsal, es decir, sobre sus espaldas, con los ojo cerrados y las manos sobre el plexo solar.
Se quedará completamente quieto durante algunos instantes y, después de haberse aflojado o relajado totalmente, tanto en lo físico como en lo mental, se concentrará en Morfeo, el Dios del sueño.
Incuestionablemente, cada una de las partes aisladas de nuestro Real Ser ejerce determinadas funciones, y es precisamente Morfeo (no se confunda con Orfeo) el encargado de educarnos en los misterios del sueño.
Sería algo más que imposible trazar un esquema del Ser; empero, todas las partes espiritualizadas, aisladas, de nuestra presencia común, quieren la perfección absoluta de sus funciones.
Cuando nos concentramos en Morfeo, éste se alegra por la brillante oportunidad que le brindamos.
Es urgente tener fe y saber suplicar. Nosotros debemos pedirle a Morfeo que nos ilustre y despierte en los mundos suprasensibles.
A esta altura comienza a apoderarse del gnóstico Esoterista una somnolencia muy especial, y entonces adopta la postura del león:


“Echado sobre su costado derecho, con la cabeza apuntando hacia el Norte, recoge las piernas hacia arriba lentamente hasta que las rodillas queden dobladas. En esta posición la pierna izquierda se apoya sobre la derecha; luego coloca la mejilla derecha sobre la palma de la mano derecha y deja que el brazo izquierdo descanse sobre la pierna del mismo lado”.
Al despertar del sueño normal no debemos movernos, porque es claro que con tal movimiento se agitan nuestros valores y se pierden los recuerdos.
Indubitablemente, el ejercicio retrospectivo se hace indispensable en tales instantes, cuando deseamos recordar con entera precisión todos y cada uno de nuestros sueños.
El gnóstico debe anotar muy cuidadosamente los detalles del sueño o sueños en la libreta o cuaderno que colocó debajo de la almohada para este propósito.
Así podrá llevar un record minucioso sobre su progreso íntimo en la yoga del sueño.
Aunque sólo quedaren en la memoria vagos fragmentos del sueño o sueños, éstos deben ser cuidadosamente registrados.
Cuando no ha quedado nada en la memoria, debe iniciarse el ejercicio retrospectivo con base en el primer pensamiento que hayamos tenido en el instante preciso del despertar; obviamente, aquél se encuentra asociado íntimamente al último sueño.
Necesitamos aclarar solemnemente que el ejercicio retrospectivo se inicia antes de haber retornado totalmente al estado de vigilia, cuando aún nos encontramos en estado de somnolencia tratando de seguir conscientemente la secuencia del sueño.
La práctica del mencionado ejercicio se comienza siempre con la última imagen que hubiéramos tenido instantes antes de regresar al estado de vigilia.
Terminaremos este capítulo afirmando solemnemente que no es posible pasar más allá de esta parte relacionada con la disciplina del yoga del sueño a menos que hayamos logrado la memoria perfecta de nuestras experiencias oníricas.



CAPITULO XVIII
EL SUEÑO TÁNTRICO
Indubitablemente, resulta urgente repasar mensualmente nuestro cuaderno o libreta de notas con el propósito de verificar por nosotros mismos el progresivo adelanto de la memoria onírica.
Cualquier posibilidad de olvido debe ser eliminada. No debemos continuar con las prácticas subsiguientes en tanto no hayamos logrado la memoria perfecta.
Resultan particularmente interesantes aquellos dramas que parecen salir de otros siglos o que se desarrollan en medios o ambientes que nada tienen que ver con la existencia de vigilia del soñador.
Hay que estar en estado de alerta percepción, alerta novedad, y poner muy especial atención al estudio de los detalles que incluyen cuestiones específicas, pláticas, reuniones, templos, actividades inusitadas con otras personas, etc., etc., etc.
Logrado el desarrollo íntegro de la memoria onírica, eliminada ya cualquier posibilidad de olvido, el proceso de simbolización abrirá el camino de la revelación.
A la ciencia básica de la interpretación de los sueños debemos buscarla en la ley de las analogías filosóficas, en la ley de las analogías de los contrarios y en la ley de las correspondencias y de la numerología.
Las imágenes astrales, reflejadas en el espejo mágico de la imaginación, jamás se deben traducir literalmente pues son sólo representaciones simbólicas de las ideas arquetípicas y deben ser utilizadas de la misma manera que un matemático utiliza los símbolos algebraicos.
No está de más afirmar que tal género de ideas desciende del mundo del Espíritu puro.
Obviamente, las ideas arquetípicas que descienden del Ser devienen maravillosas informándonos, yo sobre el estado psicológico de tal o cual centro de la máquina, ya sobre asuntos esotéricos muy íntimos, ya sobre posibles éxitos o peligros, etc., envueltas siempre entre el ropaje del simbolismo.
Abrir tal o cual símbolo astral, tal o cual escena o figura, con el propósito de extraer la idea esencial, sólo es posible a través de la “meditación del Ser lógica y confrontativa”.
Al llegar a este estado de la disciplina del yoga del sueño, se hace indispensable entrar en el aspecto Tántrico de la cuestión.
La sabiduría antigua enseña que Tonantzín (Devi Kundalini), nuestra Divina Madre Cósmica particular (pues cada persona tiene la suya propia), puede adoptar cualquier forma pues es el origen de todas las formas. Por lo tanto, conviene que el gnóstico medite sobre ella antes de quedarse dormido.
El aspirante deberá entrar diariamente en el proceso del sueño repitiendo con mucha fe la siguiente oración: “TONANTZÍN, TETEOINAN, ¡oh!, Mi madre, ven a mí, ven a mí”.
Según la ciencia Tántrica, si el gnóstico insiste en esta práctica, más tarde o más temprano habrá de surgir como por encanto, de entre las cambiantes y amorfas expresiones de sus sueños, un elemento iniciador.
Hasta tanto no haya identificado íntegramente a ese iniciador, es indispensable continuar registrando sus sueños en la libreta o cuaderno.
El estudio y análisis profundo de cada sueño anotado resulta impostergable en la disciplina esotérica del sueño Tántrico.
Incuestionablemente, el gnóstico sincero que llega a este estadio de la disciplina Tántrica se encuentra, por tal motivo, listo para dar el paso siguiente, el cual será el tema de nuestro próximo capítulo.


CAPITULO XIX
PRÁCTICA DEL RETORNO
Cuando el aspirante ha realizado con pleno éxito todos los ejercicios gnósticos relacionados con el esoterismo de sueño, es ostensible que entonces se encuentra íntimamente preparado para la práctica del retorno.
En el capítulo anterior algo dijimos sobre el elemento iniciador que surge como por encanto de entre las cambiantes y amorfas expresiones de sus sueños.
Ciertas personas muy psíquicas, refinadas e impresionables, han poseído siempre en sí mismas al elemento iniciador.
Tales personas se caracterizan por la repetición continua de un mismo sueño; esos psíquicos reviven periódicamente tal o cual escena o ven en sus experiencias oníricas, en forma constante, a ésta o aquella criatura o símbolo.
Cada vez que el elemento iniciador -sea este último símbolo, sonido, color o persona, etc.- es recordado al despertar del sueño normal, el aspirante, con los ojos aún cerrados, continúa visualizando la imagen clave familiar y luego, intencionalmente, tratará de dormirse nuevamente prosiguiendo con el mismo sueño.
Con otras palabras diremos que el aspirante intenta volverse consciente de su propio sueño y por ello prosigue intencionalmente con el mismo, pero llevándolo al estado de vigilia, con plena lucidez y autocontrol.
Se convierte así en espectador y actor de un sueño, con la ventaja, por cierto nada despreciable, de poder abandonar la escena a voluntad para moverse libremente en el mundo astral.
Entonces, el aspirante, libre de todas las trabas de la carne, fuera de su cuerpo físico, se habrá desprendido de su viejo y familiar ambiente penetrando en un universo regido por leyes distintas.
La disciplina del estado de sueño de los tántricos budhistas conduce didácticamente al despertar de la conciencia.
El gnóstico sólo puede despertar, al estado verdadero de iluminación, comprendiendo y desintegrando sueños.
Las sagradas escrituras del Indostán afirman solemnemente que el mundo entero es el sueño de Brahama.
Partiendo de este postulado hindú, afirmaremos en forma enfática lo siguiente: "Cuando Brahama despierta, el sueño concluye".
En tanto el aspirante no haya logrado todavía la disolución radical, no sólo de los sueños en sí mismos, sino también de los resortes psicológicos que los originan, el despertar absoluto será algo más que imposible.
El despertar definitivo de la conciencia sólo es posible mediante una transformación radical.
Los cuatro Evangelios Crísticos insisten en la necesidad de despertar; Desgraciadamente, las gentes continúan dormidas...
QUETZALCOATL, EL CRISTO MEXICANO, ciertamente fue un hombre ciento por ciento despierto.
La multiplicidad de sus funciones también nos indica con entera precisión lo antiquísimo de su culto y la profunda veneración con que se le veía en todo centro América.
Los Dioses santos de Anahuac son hombres perfectos en el sentido más completo de la palabra; criaturas absolutamente despiertas; seres que erradicaron de su psiquis a toda posibilidad de soñar.
TLÁLOC, “el que hace brotar”, Dios de las lluvias y del rayo, siendo Dios es también un hombre despierto, alguien que tuvo que eliminar de su psiquis no sólo a sus sueños sino, además a toda posibilidad de soñar. Es el individuo sagrado principal de la antiquísima cultura olmeca, y aparece siempre con la máscara del tigre-serpiente en las hachas colosales y en diversas figuras de jade.
TEZCATLIPOCA Y HUITZILOPOCHTLI, criaturas del fuego, vivas representaciones de la noche y del día, son también hombres despiertos, seres que lograron pasar más allá de los sueños.
Fuera del cuerpo físico, el hombre despierto puede invocar a los Dioses santos de los aztecas, mayas, toltecas, etc.
Los Dioses de los códices Borgia, Borbónico, etc., etc., etc., vienen al llamado del hombre despierto.
Mediante el auxilio de los Dioses santos, el hombre despierto puede estudiar, en la luz astral, la Doctrina secreta de ANAHUAC.

Samuel Aun Weor. La Doctrina Secreta de Anahuac.

domingo, 2 de mayo de 2010

División Entre Lo Divino y Lo Demoniaco



EL YOGA DE LA DIVISIÓN ENTRE LO DIVINO Y LO DEMONIACO

El Bienaventurado Señor dijo:

1–3. …El tesoro del hombre dotado de naturaleza divina es el siguiente: Inteligencia, pureza, constancia en el yoga del conocimiento, bondad, dominio de sí, resignación, conocimiento de los libros sagrados, templanza, dulzura, rectitud, benevolencia, sinceridad, humildad, abnegación, tranquilidad, carencia de odio, caridad, largueza, mansedumbre, modestia, inmutabilidad, fuerza, misericordia, paciencia, sencillez, generosidad.

4. Por el contrario, ¡Oh, Partha!, los atributos del hombre dotado de naturaleza demoníaca son: orgullo, vanidad, soberbia, cólera, maldad e ignorancia.

5. Los dones divinos originan la liberación; los males demoníacos, la esclavitud. Mas, ¡oh, hijo de Pandu!, no tienes por qué entristecerte, pues tu naturaleza es divina.

6. Dos clases de seres existen en el mundo: los divinos y los demoníacos. Yo ya he descrito, ¡oh, Partha!, con profusión la naturaleza divina. Ahora te expondré la demoníaca.

7. Los hombres demoníacos carecen del conocimiento de la acción y de la inacción (no saben qué hacer y qué no hacer). No conocen la verdad, la obra pura ni el cumplimiento recto.

8. Para ellos el mundo existe sin Dios. No hay nada verdadero y todo se origina por una mutua concatenación, por el deseo, única cosa existente; para ellos el mundo es producto del azar.

9–20. Los hombres demoníacos, con esta falsa concepción del mundo pierden su alma y su razón y son el instrumento de una actuación violenta, dura, demoníaca, destructora, semilla de odio y de maldad. Llenos de un deseo inagotable, orgullosos y soberbios, estas almas descarriadas persisten en su error y no cesan hasta conseguir los profanos deseos que han surgido en ellos. Para ellos el deseo y el placer son el único objeto de la vida; la ansiedad y los deseos insaciables y desmedidos hacen presa de ellos hasta que mueren. Como están rodeados por centenares de cadenas e ilusiones, llenos de ira y codicia, corriendo continuamente para conseguir injustos beneficios que den satisfacción a su placer y les sirvan de regocijo, conciben estos pensamientos: «Hoy he saciado tal deseo, mañana saciaré otro; hoy tengo tanto dinero, mañana tendré más; he matado este enemigo mío, mañana mataré otros. Soy dominador y rey entre los hombres. Soy perfecto, fuerte, feliz, dichoso. Entre los que gozan en el mundo, no hay nadie comparable conmigo. Soy rico y de noble familia. Nadie puede comparárseme. Por lo tanto, estoy lleno de alegría y regocijo». Se precipitan en el horror de su propio vicio, llenos como están de múltiples egoísmos y entregados únicamente a conseguir la realización de sus deseos. Sacrifican y regalan no con espíritu de caridad, sino por vana ostentación, por soberbia y guiados por un orgullo vacío y estúpido. Odian, menosprecian y quieren abatir al Dios que se oculta en ellos, guiados por el espejismo de su fuerza y poder, por la violencia de su cólera y su orgullo, pero Yo (Vishnu) hago renacer constantemente con nuevas existencias demoníacas a estos seres soberbios llenos de odio hacia Dios, malvados, faltos de caridad y que son los seres más despreciables de la Tierra. Renaciendo en nuevos seres demoníacos nunca me encuentran y vagan enlodados en la más abyecta naturaleza de un alma.

21. Tres son las causas que llevan al infierno: la lujuria, la ira y la codicia. Deben evitarse por todos los medios.

22. Quien ha rechazado, ¡oh, Kaunteya!, estas tres causas, alcanza la Iluminación y la más alta felicidad.

23. Por el contrario, quien no cumple las reglas prescritas por la más alta sabiduría y solamente quiere satisfacer sus deseos, no alcanzará nunca ni la perfección ni la felicidad, ni llevará su alma al estado más elevado.

24. Así pues, en todo momento debe atenerse a la Suprema Sabiduría y determinar conforme a ella lo que debe hacerse y lo que hay que evitar. Tu actividad en el mundo debe regirse por las reglas de la Suprema Sabiduría.

sábado, 1 de mayo de 2010

¡ Bienvenida !




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En este espacio queremos compartir maravillosas enseñanzas del Yoga con ustedes.